El optimismo

En esta época de tantos cambios, muchos de estos no tan buenos, estamos en teoría pasando una pandemia, la guerra en Ukrania se sigue dilatando, el mundo parece estar entrando a una recesión generalizada, las monedas de los países emergentes como el nuestro cada vez están más devaluadas, adicionalmente, vamos a entrar en un cambio de gobierno que trae cierto grado de incertidumbre. Por esto, pensar en ser optimista y que todo va a estar bien se hace un poco complicado.  Y es que esta coyuntura afecta todos los aspectos, los negocios porque la mayoría de empresas son importadoras de insumos o servicios por lo que todo se hace más costoso, y en consecuencia en el campo personal, el costo de vida cada vez es más alto. La recuperación económica que estaba presenciando el país en este primer semestre se va a ver afectada por todo esto y vendrán bastantes retos por enfrentar.

Para enfrentarlos se debe estructurar un plan de acción que tenga en cuenta todas estas variables para poder llegar a las metas y objetivos en medio de este entorno agitado. Si es un plan realista, aterrizado, con los recursos necesarios, y que involucre iniciativas para hacer frente a las diferentes contingencias, no debería haber una razón para ser optimistas de que sea realizable. Claramente existe un factor de riesgo que plantea la posibilidad que esto no sea así, pero si se pone en una posición de pensar que las cosas van a salir mal, que no se va a cumplir con lo planificado, la ejecución puede que no sea la mejor. Existen personas que sostienen que es mejor esperar el peor resultado, o no esperar nada, y con eso si se obtiene un buen resultado, habrá superado las expectativas y al final todos felices porque se consiguió más de lo que se había pronosticado. También están los del otro extremo, que sin tener un sustento sólido, esperan alcanzar unos objetivos sobre dimensionados y fuera de la realidad del entorno y del negocio. Estos normalmente los tratan como ilusos, porque es muy poco probable que se cumpla lo que dicen. Se tiende a confundir a este tipo de personas con los optimistas, pero existe una diferencia muy importante, los supuestos, planes y recursos en que se basan los unos y los otros.

La forma en que se afronten los diferentes temas pueden en gran manera condicionar los resultados que se obtienen. Si se es demasiado pesimista, se va a tener una visión muy conservadora de lo que se puede lograr y esta falta de ambición limitará lo que al final se pueda obtener. Inflar las expectativas hasta el punto de llegar a ser tildado de iluso tampoco es bueno ya que probablemente no se cumplirán las metas planteadas, lo que trae varias consecuencias, genera un efecto de frustración y adicionalmente afecta los resultados del negocio. La otra opción es ser optimista, en que todo va a salir de acuerdo a lo planeado y los objetivos y metas se van a cumplir dentro de los plazos establecidos. Y no se trata de creer ciegamente que esto va a pasar, es estar seguros que si se hace un proceso consciente de planeación y si se hace una ejecución de un gran nivel, las opciones de alcanzar lo que se espera van a crecer. 

Estamos pasando por tiempos complejos en donde se presentan una variedad de acontecimientos que no podemos controlar, lo que si se puede controlar es la forma en como afrontar la manera de actuar ante este entorno.

Deja un comentario